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8.30.2005

Horacio Castellanos Moya habla sobre El arma del hombre

Robocop es un mercenario contrainsurgente

Horacio Castellanos Moya tiene como telón de fondo en El arma en el hombre, su más reciente novela, una de las épocas más oscuras de su país, El Salvador. Lo usa de soporte para mirar desde el otro lado y contar la historia del sargento Robocop, encargado de aniquilar a la insurgencia. En entrevista, el escritor habla de cómo fue meterse en la piel de un tipo así.

Juan Alberto García “Robocop”, sostiene la mirada, rueda por el piso echando bala como en las películas, pero su vida es desgraciada como en la vida de real. Es moreno, mide un metro noventa y pesa casi cien kilos, características que lo hacen un singular personaje, dispuesto a seguir matando por dinero después de haber combatido con furia ciega a los guerrilleros. En el fondo de El arma en el hombre, de Horacio Castellanos Moya, publicada por Tusquets, está la cruda realidad de las dictaduras en Centroamérica y el rastro de dolor que quedó en los dos frentes de batalla.


En la novela, escrita de puño y letra en un cuaderno, el autor carga la aventura con pasajes de la densa realidad de esos años, que confrontan al lector con la realidad del Otro.

Horacio Castellanos nació en El Salvador en 1957. Ha vivido fuera de su país varios años. Actualmente lo hace en México, donde ocupa un cargo de dirección en un diario capitalino. Hace algún tiempo pasó una temporada de diez años en nuestro país. En El Salvador encabezó el semanario Primera Plana. Tuvo que dejar su país a causa de amenazas de muerte recibidas después de la publicación de El asco. Thomas Bernhard en El Salvador.

En entrevista, Castellanos Moya, autor de novelas como Baile con serpientes y La diabla en el espejo, cuenta cómo fue ser Robocop por una novela y la esquizofrenia de ejercer el periodismo, al tiempo que la literatura.

¿En qué momento decidió contar estos años de la historia de El Salvador, de Centroamérica?

En realidad todos mis libros están enmarcados de una u otra forma por eso. Por generación, por la edad, soy de las personas que salieron de la adolescencia para entrar a una guerra civil. Entonces, es una generación y es un país, y es una región, así es que difícilmente, por el tipo de literatura de ficción que yo escribo, que es bastante realista en este caso, me es natural que lo que novele tenga como telón de fondo, como paisaje histórico esta contemporaneidad. Mi vocación es esa, no necesito ni proponérmelo.


De viva voz

“Por el tipo de literatura de ficción que yo escribo, que es bastante realista en este caso, me es natural que lo que novele tenga como telón de fondo, como paisaje histórico esta contemporaneidad”

“(El periodismo) seguramente me nutre, como me nutriría si fuera patrullero”

“Siento que la aventura es importante en la medida en que se engarza dentro de toda una coherencia interna de la obra”

“En cada situación histórica ha habido escritores que tratamos de bucear en el bando prohibido desde una lógica de bondad, desde una lógica de bondad histórica a ver cómo se dan las cosas”


¿Qué fue lo que más se le dificultó al escribir esta novela?

Primero, fue un esfuerzo para separarme totalmente de mí mismo y meterme en el personaje, que es radicalmente distinto al autor. Segundo, un trabajo del lenguaje que permitiera que estuviera acorde con esta psicología, con esta visión de mundo del personaje que estaba creando. Un lenguaje muy distinto al de otras de mis novelas, donde hay una ‘verbocidad’ tremenda, frase larga, con muchas subordinadas. Aquí tenía que ser otro tipo de lenguaje, de contención, que expresara lo que es el sistema nervioso de una persona con estas características y que se mueve de esta manera en el mundo. Una persona que no comenta, sino que actúa; que no duda, sino que ejerce su fuerza.

De cualquier manera no entró en el detalle para rescatar el habla de alguien que sería en la realidad como el protagonista...

No, en mis dos primeros libros sí tuve una voluntad de recuperación dialectal de cómo se habla en El Salvador, pero en este casi no. Fue más el trabajo de la psicología del personaje y expresada en un lenguaje más universal, porque si me hubiera metido de verdad en un baile dialectal probablemente no se hubiera entendido nada.

¿Cómo fue contar la historia del que está del otro lado, ideológica y prácticamente hablando?

Es una aventura. Hay que despojarse de prejuicios y tratar de ir hilvanando otra lógica, otra visión. Fue una aventura. Es ponerse en el lado en que uno no está y probablemente nunca esté. Hay que separarse lo más posible de sí mismo y a la hora de corregir hay que quitar mucho de esos rastros que uno va dejando de sí mismo cuando escribe en primera persona.

Por supuesto que esto se ha dado a través de la historia de la literatura, en muchas ocasiones. En cada situación histórica ha habido escritores que tratamos de bucear en el bando prohibido desde una lógica de bondad, desde una lógica de bondad histórica a ver cómo se dan las cosas.

¿Y sí se puede lograr poner uno del otro lado? ¿No es como expiarse al expiar a los otros?

Yo creo que sí, por supuesto. Salirse de sí mismo para encontrar en sí mismo cosas.

¿Qué comparte usted mismo con Robocop, el protagonista de la novela?

Nada (risas), nada. A la chica que me gustaba la mató. Es difícil, para mí es difícil decirlo.

Robocop podría ser un héroe de cómic, algunas de sus frases, su forma de comportarse y de actuar en momentos de peligro...

No lo había pensado (la idea no parece gustarle mucho).

Es un libro de aventuras...

(Toma una pausa)... Me dan un poco de temor este tipo de definiciones, y seguramente se puede leer como un libro de aventura. Mi propósito, más que contar las aventuras era evidenciar otro tipo de densidades, del personaje y de ese paisaje histórico del que estábamos hablando, que es más de fondo, pero bueno...

Es que si juntas las aventuras que se pueden contar de una guerra, de bandas armadas, de delincuentes... siento que la aventura es importante en la medida en que se engarza dentro de toda una coherencia interna de la obra, sin abusar de ella. Porque si voy yo a los archivos a sacar aventuras de soldados contra-insurgentes se pueden llenar tomos, pero en ese sentido la aventura está sujeta a la dinámica interna de la obra. Pero sí creo que esta novela se pueda leer como una historia de aventuras, claro que sí.

¿Qué opina de esa época que retrata en la novela?

Es una época que no sido totalmente superada, al contrario. Ha tenido un desarrollo y hay mayores descomposiciones, problemas de los que se narran en la novela. Es una época muy dura, muy desesperanzadora, más allá de las virtudes que se encuentren los sistemas y las definiciones políticas. Pero al final de cuentas todos nos adaptamos y difícilmente se pueden cambiar estas situaciones. Más bien lo que generan son grandes rutas migratorias de población. Sobre todo, vivir en el estado de la zozobra permanente, de la inseguridad y de la impunidad, es algo que no se le desea a nadie.

¿El periodismo no ahoga la actividad literaria? ¿Cómo ha sido su experiencia?

Lo vivo con esquizofrenia. No mezclo los tiempos, los ritmos ni las formas de escritura. Seguramente me nutre, como me nutriría si fuera patrullero. Pero es otro ritmo, por ejemplo, esta novela está escrita con lápiz, en una libreta. Eso no significa que después no la meta al ordenador, y que haga versiones, pero el manuscrito es literalmente eso. Por eso digo que la aventura periodística es otra cosa.

8.29.2005

Entrevista a Horacio Castellanos Moya

Horacio Castellanos Moya
Parado en el abismo

Viernes 1 de julio de 2005

Acusado de ser agente de la CIA y amenazado de muerte por su rabiosa e irónica novela El asco, el escritor salvadoreño trata de no perder la calma y de seguir escribiendo sobre el infierno centroamericano, marcado por las dictaduras, guerras civiles y, ahora, el narcotráfico.


ÁLVARO MATUS

Aunque ha vivido en Canadá, México, Guatemala, España y Suiza, su mente nunca ha salido de El Salvador, del horroroso El Salvador, como dice Horacio Castellanos Moya (1957) parafraseando a Enrique Lihn. Incluso ahora, que se encuentra viviendo en Alemania gracias a una beca de la Feria Internacional del Libro de Frankfurt, el narrador se sorprende haciendo el chequeo y contra chequeo, esa operación casi inconsciente que realizan los que han vivido durante años en medio de la violencia. Fijarse en quién camina detrás suyo más de una cuadra, quién es el tipo que está frente al edificio o quiénes se sientan en la mesa de al lado en el restaurante son para Castellanos Moya verdaderos tics mentales, tics que en sus ratos más negros suelen derivar en delirio paranoico. El mismo que asalta a los protagonistas de Donde no estén ustedes, El asco o Insensatez, por nombrar tres novelas nerviosas y violentas que guardan más de una relación con esos volcanes en permanente actividad que abundan en El Salvador: nunca se sabe cuándo harán erupción, pero hay que estar preparados.

En Donde no estén ustedes (Tusquets), su última novela llegada a Chile, la erupción se produce en la página 129, cuando Castellanos Moya cambia el tono y hasta de protagonista. Mejor dicho: el personaje principal, un ex embajador salvadoreño en Nicaragua implicado en oscuras conspiraciones y aislado políticamente después de la firma de los acuerdos de paz, muere en la capital mexicana, a donde llegó para rehacer su vida. ¿Víctima de esa cirrosis que avanzaba con cada trago de vodka? ¿Suicidio? ¿Asesinado por ladrones de poca monta? ¿Ajuste de cuentas de la izquierda o de la derecha (el embajador era democratacristiano)? Esas son las interrogantes que se plantea José Pindonga, un pícaro periodista que de tanto leer novelas de Chandler y reportear conspiraciones se convenció que su futuro era ser investigador privado. Como es característico de la obra de Castellanos Moya, la prosa es envolvente y repetitiva, llena de digresiones que refuerzan el carácter coloquial. A medida que avanza la trama van ingresando las mujeres, los tragos, los ex revolucionarios, los empresarios corruptos, los militares y, claro, todo esto teñido por una atmósfera de traición y peligro que termina gatillando las fantasías persecutorias de los protagonistas. La clave, sugiere Castellanos Moya en esta entrega, es tomarse la vida como venga. Y huir; que más que un país, El Salvador parece una cueva de criminales.

La primera huída

En 1978, tres años antes de que se desatara una guerra civil que duró 10 años y que terminaría con miles de muertos y desaparecidos, Castellanos Moya leía a Pessoa, Ungaretti y Pavese. En ningún caso a Benedetti ni a nadie que pregonara lo que se conocía como literatura de emergencia o literatura militante. Junto a dos amigos editaba una revista de poesía que alcanzó a sacar nueve números, hasta que la espiral de violencia que comenzó ese invierno de 1978 los llevó a tomar rumbos diferentes. Me fui a estudiar historia en la Universidad de Toronto. Mis amigos habían entrado a la guerrilla y yo no tenía ni el convencimiento ni el valor para ello. La situación era invivible. Mi familia dio gracias de que me fuera, recuerda el escritor.

Como es natural, Castellanos Moya recibía cartas entusiastas de sus amigos revolucionarios. No tardó en regresar y en darse cuenta que el país se había vuelto aún más violento: andar con una Uzi en la mochila no era raro y todos hablaban de organizar al movimiento obrero. Castellanos Moya no encajaba y poco tiempo después partió nuevamente, esta vez a México.

Si bien realizó algunos trabajos como periodista pro-guerrilla (la resistencia había organizado una agencia de prensa en el D.F.), el estalinismo tropical, como él define la atmósfera de aquellos años, era insoportable. Comenzó a dar sus primeros pasos en el periodismo mexicano y, cuando el tiempo alcanzaba, a escribir relatos que recopiló en los volúmenes ¿Qué signo es usted, niña Berta? y Perfil de prófugo. Sin embargo, el reconocimiento vendría en 1988, cuando la Universidad Centroamericana - de su país- premia su novela La diáspora, un texto desencantado en el que abordaba los mitos de la revolución salvadoreña y el esquizofrénico mundo de los exiliados. Como con toda novela-volcán, la erupción no sólo salpicó a la izquierda, sino al propio autor, quien fue acusado de ser agente de la CIA.

- ¿Cómo te tomaste esa acusación?

- Un escritor no debe explicar ni justificar su obra. Las acusaciones siempre fueron espurias y yo vivía en México, donde hubieran pagado caro intentar algo contra mí. Pero en El Salvador, donde el poeta Roque Dalton fue asesinado por sus propios camaradas guerrilleros bajo la acusación de ser agente de la CIA, ese tipo de señalamientos hay que tomárselos en serio.

- Tú escribiste un cuento sobre Dalton, de quien se dice que su obra está sobrevalorada.

- La parte menos valiosa de su obra ha sido ocupada por la izquierda para hacer propaganda, pero Dalton, como poeta, es más grande que eso. Es el escritor más importante de El Salvador. Lástima que fuera un cruzado comunista y que lo mataran tan joven.

Desde el comienzo la carrera de Castellanos Moya como novelista ha estado marcada por la polémica, al punto de que fue amenazado de muerte después de escribir El asco (Casiopea). El relato tiene apenas 60 páginas y se sitúa en la mejor tradición de Céline, Bernhard - a quien el texto rinde homenaje- y el colombiano Fernando Vallejo, por nombrar a tres artistas de la desmesura. Moya, periodista que volvió al país después de terminada la guerra, transcribe el largo monólogo al que se tradujo su encuentro con Vega, un ex compañero de colegio que regresa después de 18 años de exilio voluntario en Montreal por la muerte de su madre. El texto es un ataque furioso contra el rock, los zancudos, la televisión, la familia, los micreros, los políticos, la educación y todo lo que uno se pueda imaginar. Hasta a la izquierda chilena le pega su palo por difundir la detestable y llorona música folclórica latinoamericana puesta de moda en Montreal por los exiliados chilenos.

Para Roberto Bolaño esta novela era, además de un gran ejercicio de estilo, para morirse de la risa. Lamentablemente en El Salvador muy pocas personas han leído a Bernhard y aún muchas menos mantienen vivo el sentido del humor. Con la patria no se juega. Esa es la divisa y no sólo en El Salvador, también en Chile y en Cuba, en Perú y en México, e incluso en Austria y más de otro país o región europea. Si Castellanos Moya fuera bosnio o kosovar y hubiera escrito y publicado este libro allí, seguramente no hubiera tenido tiempo de tomar el avión. Aquí reside una de las muchas virtudes de este libro: se hace insoportable para los nacionalistas, escribió el chileno.

- ¿Quiénes te amenazaron de muerte?

- Quién hizo las amenazas, no puedo precisarlo, porque se escudaron en el anonimato. Pero sí puedo mencionar a algunos que se molestaron mucho: los dueños del monopolio cervecero de El Salvador, porque en la novela se destruye a la cerveza que han convertido en un símbolo de su supuesta identidad nacional; los personeros del partido de gobierno, porque les recuerdo que su fundador, Roberto D'Aubuisson, ordenó el asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero; y los personeros de la guerrilla, porque les recuerdo que uno de sus comandantes mandó a ejecutar a medio millar de campesinos militantes por sus sospechas paranoico-estalinistas.

- ¿Sientes que sólo se te ha leído con un criterio político?

- En Centroamérica se me ha leído con un criterio fundamentalmente político, pero creo que hay otro lector, el literario, que es el que de verdad me importa. Yo escribo ficciones que muchas veces tienen un paisaje político de fondo, pero me gusta ser leído como un escritor de ficciones.

- Consideras que, como Bernhard, has hecho una obra contra tu país?

- Citando a Balthazar de Lawrence Durrell, Roque Dalton recordaba que es deber de todo patriota odiar creativamente a su país. Pero a mí el patriotismo me repugna. Y yo no peleo contra países. Cuento historias de ficción basadas en realidades dolorosas.

El furioso retornado es también un paranoico que roza lo cómico, como cuando cree que con sólo mirar a alguien en el bar lo pueden matar o que por perder su pasaporte deberá quedar confinado a vivir en San Salvador. Este rasgo ha sido explotado por el autor en Insensatez (Tusquets), de próxima llegada a nuestro país. Es la historia de un periodista que después de unos meses de cesantía acepta ser corrector de estilo del informe de la tortura en otro país centroamericano que, por las referencias mayas, se infiere que es Guatemala. Los cinco mil dólares de paga son el principal aliciente del protagonista, quien cada vez que puede se recluye en un bar y busca a las sicólogas o antropólogas extranjeras que trabajan en el arzobispado. Pero entre coqueteo y brindis, el protagonista lee. Son más de 400 casos de violencia extrema, como el de un indio mudo que torturaron hasta la muerte por no delatar a los campesinos de su aldea. O el de una chica de 16 años a la que violaron hasta dejarla inconsciente.

La paranoia comienza a planear sobre esta novela que mezcla la comedia de enredos con la picaresca centroamericana - el personaje se parece al Pedro Juan de la Trilogía sucia de La Habana- , hasta el nivel de que, pasadas las 60 páginas, ya no se sabe qué es verdad y qué forma parte del delirio del lector del informe. Como cuando se entera de quién es el novio de la española con la que acaba de acostarse: No le irás a contar lo nuestro, murmuré, con cautela, que ya mi susto era demasiado al saber que la chica que empezaba a dormitar a mi lado era el coño propiedad de un milico, caramba, que yo estaba a punto de deslizarme en el tobogán del terror y buscaba a tientas una mínima agarradera para sostenerme, pero Fátima apenas se volteó, con las palmas de las manos juntas como almohada bajo su mejilla, y me dijo que claro que se lo diría, ése era el pacto que habían hecho, contarse siempre la verdad, tenerse toda la confianza y ella odiaba sobre todo la simulación y la mentira. No quise voltearla a ver, ni argumentar a favor del silencio, sino que imaginé que aquello era una broma, su forma de burlarse de mí, aunque su tono no dejara lugar a dudas, más temprano que tarde le revelaría al milico nuestra relación y éste reaccionaría como cualquier hombre al que le ponen cuernos, con la misma rabia y ceguera, peor aún dada la circunstancia de que se trataba de un milico acostumbrado a resolver sus problemas por la vía expedita de las armas, y como no le pegara un tiro a ella, me lo pegaría a mí, lo más probable, o a ambos, me dije sumido en una creciente vorágine de paranoia.

- Después de leer tus libros es fácil imaginarse que en cualquier bar te pueden pegar un balazo. ¿Es así, o utilizas la violencia como un recurso literario?

- El Salvador, y también otros países centroamericanos, son así: la vida puede valer una mala mirada. El ejercicio de la violencia extrema es cultura acumulada. Mejor saber donde uno se mete, estar alerta, nunca dar la espalda y encomendarse.

- Has dicho que la cultura de la violencia no se modificó, sino que se recicló.

- Hombre, se sigue matando con la misma intensidad, sólo que ahora por motivos delincuenciales y no políticos. Las estadísticas no mienten: hay tantos muertos al día por causas violentas como durante la guerra. Algo no funcionó. Pensaron que se trataba nada más de crear
una institucionalidad democrática, cuando diez años de carnicería ya habían perturbado a todo mundo.

A Castellanos Moya le gusta pensar que la literatura es destino o no es nada. Ahora, en la esplendorosa Frankfurt, escribe una nueva ficción que, seguro, lo llevará mentalmente a su patria, a ese abismo en el que se para con valentía y una buena cuota de sarcasmo, los dos elementos que le permiten continuar el adictivo balanceo. Horror y humor. Humor y horror.

8.03.2005

Vilém Flusser

The bag

*Omnia me mecum porto*. In plain English: Everything that I've written and
published in the last 18 months is kept in a bag. The bag was stolen recently from a car
parked outside a Paris hotel. It was found again in a nearby street with the contents intact.
The thief found no value in them. A discarded literary judgement.

The bag can be seen as a part of my *memory*. Whoever reads the papers it
contains and the way they are ordered will recognise me, in a limited though intense way. I
intend here to examine and analyse the bag. Not as if I myself were interesting but because
the thief, if he had inspected the contents more carefully, would have found himself in the
company of historians, archeologists, palaeontologists, psychoanalysts, and similar
researchers.

What is at issue here is a yellow leather bag equipped with a zipper. It contains
different coloured folders. One contains my correspondence from june 1972 until now,
including copies of my letters and letters addressed to me. Some of my letters have
remained unanswered, and some of those that I have received I have never replied to. The
letters are ordered chronologically. Another folder is titled: "unpublished papers". It
contains about 30 essays in Portuguese, English or German concerning art criticism and
phenomenology, the originals of which were sent to newspapers. These papers are
unordered. Another folder is titled "published papers". It contains about ten essays
published during my stay in Europe. They are arranged according to their date published .
A further folder is titled "La Force du Quotidian" and contains a book manuscrpit - fifteen
essays about things in our environment - it will be released in December in Paris. Another
is titled "Ca existe, la Nature?" and contains eight essays. Both folders are arranged
according to their content. A further is titled "New York" and contains outlines for a lecture
about the future of television that I plan to hold next year at the Museum of Modern
Art. Another is titled "Rio" and contains essays that my publisher in Rio de Janeiro will
bring out soon. Another is titled "Talks" and contains outlines for lectures that I have held
and will hold in Europe. They are not ordered. Another is titled "Bodenlosigkeit" and
contains 100 pages of an autobiography that I began and never completed. Another is titled
"Biennal" and contains references to the "XII Bienal des Arts" in Sao Paulo. The last has
the title "Documentatos" and contains 'self-referential' certificates from government offices,
universities and other institutions. This is then the semantic and syntactical dimension of
the bag. The folders are firstly arranged *syntactically*. They are arranged in three classes:

[A] Dialogues (the correspondence folder)
[B] Discourses to others (lectures and manuscripts)
[C] Discoursesabout myself (documents)

The first class would have given the thief a view into the
structure of my relationships with others, what connects me to them, who rejects me, and
who I reject. The second class would have allowed the thief to see me from "within", and
how I try to make myself public. The third class would have allowed him to see me in the
way the establishment does, my mask, via which I play my public role. The knowledge that
the thief thus gains would be problematic for the following reasons: (1) The authenticity of
the papers would need to be checked (2) The authenticity of the documents contained
therein would have to be checked. The thief would be required to make a close reading of
the texts and of their contexts. The folders are also arranged semantically.
Again they are arranged into three classes:

[A] Factual information (documents, sections of letters, lectures and manuscripts).
[B] Interpretations of facts (lectures and manuscripts)
[C] Expressions of emotion and value (letters, and beneath the surface in most
manuscripts).

The first class would have offered the thief a view into my "objective-being-in-the-world".
The second the way in which I maintain a distance therefrom. The third a view of my
"subjective and intersubjective-being-in-the-world. From this he might have held the keys
to the subjective and objective position we find ourselves in. All this, of course, cautiously.
The facts could be misunderstood or misinterpreted, and the emotions and values expressed
dishonestly, as much by me as by others. The thief would have to "decode" and "deideologise"
the messages contained in the bag.

The folders are also arranged structurally. Again there are three classes:

[A] Chronological arrangement
[B] Logical arrangement
[C] Disorder.

The first structure puts us in mind of geological and botanical formations. The second of
encyclopaedia and computers . The third of genetic information. Together they reveal a
picture of the structure of the human memory. What is missing however is a "formal
structure" of the kind found in "alphabetical arrangement". Without this the thief might
have concluded a defect in my way of thinking. The interaction of the ordered and
disordered structures in the bag would have given the thief the opportunity to contribute to
Jaques Monods problem "coincidence and necessity". The bag is a fertile hunting-ground
for "structural analysis".

Finally the folders are arranged according to their relationship to the
bag itself. Two classes result:

[A] Folders that are in the bag so that they can be kept in mind.
[B] Folders that are there to keep things that are not there in mind.

The letters, manuscripts, and essays belong to the first class, the unfinished autobiography
to the second. This reveals two functions of the bag(and of memory): to keep things in the
present and to bring things into the present. The real situation is nevertheless much more
complex. Some papers in the bag point to the future (the "New York" folder and the
unpublished manuscript); thus proving the function of memory, namely to construct
designs for the future. The thief could have recognised all of this. Not, however, this: This
article itself which the reader has before him is found in the bag in the folder titled
"published papers". The article is not only concerned with the bag, it is not just a "metabag"
but a part which the thief could not have studied. The thief could never have
recognised this aspect of the bag.

I always carry the bag with me. We all do this only my bag is more readily
available. The question is: can our bags be stolen from us? Or would they always be found
again a few blocks away, intact? Put differently; firstly: are we lighter and therefore
progress more quickly into the future when our bags are lifted from us? And secondly; are
these living or dead weights in our bags? The bag is too complicated to give a satisfactory
answer to these questions. In any case it's good that from now on the questions themselves
are kept safely in the bag.

[From Vilem Flusser, Nachgeschichten, Bollmann Verlag, Duesseldorf, 1990.
Translated from German 1998 by Michael Stapley for nettime-zkp5]