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10.31.2005

...empieza a combinar unas cuantas o muchas letras, para variarlas y mezclarlas hasta que tu corazón se caliente.

Prepárate para recibir a tu Dios, oh israelita. Dirige tu corazón solamente hacia Él. Purifica tu cuerpo y elige una casa solitaria donde nadie oiga tu voz. Siéntate en reclusión y no reveles tu secreto a nadie. Si no puedes de otro modo, hazlo durante el día, pero es preferible de noche. En el momento en que te preparas para hablar con el Creador, y en el que anhelas que él te muestre su potencia, ten cuidado de abstraer todo pensamiento de las vanidades de este mundo. Cúbrete con tu chal de rezos y coloca los tefilim en tu cabeza y brazos para que te colme el temor de la Shekiná que te acompaña. Lava tus ropas y, si es posible, que todas tus prendas sean blancas, porque esto ayuda a encaminar tu corazón hacia el temor y amor por Dios. Si fuere de noche, enciende muchas luces hasta que tu entorno brille. Entonces toma la pluma, la tinta y una tabla y recuerda que te dispones a servir a Dios en el júbilo de tu corazón. Ahora, empieza a combinar unas cuantas o muchas letras, para variarlas y mezclarlas hasta que tu corazón se caliente. Pon atención a sus movimientos y a lo que puedes lograr al moverlas. Y cuando sientas que tu corazón ya está caliente y cuando veas que por la combinación de las letras no puedes aprehender nuevas cosas que, por la tradición humana o por ti mismo, no serías capaz de conocer, y cuando estés así preparado para recibir el influjo del poder divino que te inunda, entonces concéntrate con la mayor fuerza en imaginar el Nombre y sus ángeles exhaltados dentro de tu corazón, como si fueran seres humanos sentados o parados a tu alrededor. Considérate como un mensajero a quien el rey y sus ministros van a enviar en una misión y está pendiente de las palabras del rey mismo o de sus vasallos para saber de qué se trata. Una vez imaginado esto lo más vívidamente posible, esfuérzate en entender con tus pensamientos todas las cosas que aparecerán en tu corazón por medio de las letras imaginadas. Sopésalas como un todo y en cada uno de sus detalles, como a quien se le relata una parábola o un sueño, o como quien medita en un profundo problema de un libro de ciencia, y trata de interpretar lo que hayas de oir de acuerdo con lo más cercano a tu razón [...]. Todo esto te ocurrirá después de haber arrojado lejos de ti la tabla y la pluma, o que se te hayan caído, debido a la intensidad de tu pensamiento. Advierte que, cuanto más poderoso es el influjo intelectual dentro de ti, más débiles serán tus partes interiores y exteriores. Tu cuerpo se verá sacudido por intensos temblores, hasta tal grado que creerás que vas a morir, porque tu alma, regocijada por su conocimiento, abandonará tu cuerpo. Y, en ese momento, prepárate conscientemente para elegir la muerte, y entonces sabrás que has llegado tan lejos como para recibir el influjo. Por el deseo de honrar el glorioso Nombre, sirviéndolo con la vida de tu cuerpo y de tu alma, cubre tu rostro y teme mirar a Dios. Luego, regresa a los asuntos del cuerpo, levántare, come y bebe un poco, o refréscate con un olor agradable, y reintegra tu espíritu a su estuche hasta la próxima vez. Alégrate de tu suerte y conoce que Dios te ama.

—Abraham Abulafia (1240-1291 ?)