Robocop es un mercenario contrainsurgente
Horacio Castellanos Moya tiene como telón de fondo en El arma en el hombre, su más reciente novela, una de las épocas más oscuras de su país, El Salvador. Lo usa de soporte para mirar desde el otro lado y contar la historia del sargento Robocop, encargado de aniquilar a la insurgencia. En entrevista, el escritor habla de cómo fue meterse en la piel de un tipo así.
Juan Alberto García “Robocop”, sostiene la mirada, rueda por el piso echando bala como en las películas, pero su vida es desgraciada como en la vida de real. Es moreno, mide un metro noventa y pesa casi cien kilos, características que lo hacen un singular personaje, dispuesto a seguir matando por dinero después de haber combatido con furia ciega a los guerrilleros. En el fondo de El arma en el hombre, de Horacio Castellanos Moya, publicada por Tusquets, está la cruda realidad de las dictaduras en Centroamérica y el rastro de dolor que quedó en los dos frentes de batalla.
En la novela, escrita de puño y letra en un cuaderno, el autor carga la aventura con pasajes de la densa realidad de esos años, que confrontan al lector con la realidad del Otro.
Horacio Castellanos nació en El Salvador en 1957. Ha vivido fuera de su país varios años. Actualmente lo hace en México, donde ocupa un cargo de dirección en un diario capitalino. Hace algún tiempo pasó una temporada de diez años en nuestro país. En El Salvador encabezó el semanario Primera Plana. Tuvo que dejar su país a causa de amenazas de muerte recibidas después de la publicación de El asco. Thomas Bernhard en El Salvador.
En entrevista, Castellanos Moya, autor de novelas como Baile con serpientes y La diabla en el espejo, cuenta cómo fue ser Robocop por una novela y la esquizofrenia de ejercer el periodismo, al tiempo que la literatura.
¿En qué momento decidió contar estos años de la historia de El Salvador, de Centroamérica?
En realidad todos mis libros están enmarcados de una u otra forma por eso. Por generación, por la edad, soy de las personas que salieron de la adolescencia para entrar a una guerra civil. Entonces, es una generación y es un país, y es una región, así es que difícilmente, por el tipo de literatura de ficción que yo escribo, que es bastante realista en este caso, me es natural que lo que novele tenga como telón de fondo, como paisaje histórico esta contemporaneidad. Mi vocación es esa, no necesito ni proponérmelo.
De viva voz
“Por el tipo de literatura de ficción que yo escribo, que es bastante realista en este caso, me es natural que lo que novele tenga como telón de fondo, como paisaje histórico esta contemporaneidad”
“(El periodismo) seguramente me nutre, como me nutriría si fuera patrullero”
“Siento que la aventura es importante en la medida en que se engarza dentro de toda una coherencia interna de la obra”
“En cada situación histórica ha habido escritores que tratamos de bucear en el bando prohibido desde una lógica de bondad, desde una lógica de bondad histórica a ver cómo se dan las cosas”
¿Qué fue lo que más se le dificultó al escribir esta novela?
Primero, fue un esfuerzo para separarme totalmente de mí mismo y meterme en el personaje, que es radicalmente distinto al autor. Segundo, un trabajo del lenguaje que permitiera que estuviera acorde con esta psicología, con esta visión de mundo del personaje que estaba creando. Un lenguaje muy distinto al de otras de mis novelas, donde hay una ‘verbocidad’ tremenda, frase larga, con muchas subordinadas. Aquí tenía que ser otro tipo de lenguaje, de contención, que expresara lo que es el sistema nervioso de una persona con estas características y que se mueve de esta manera en el mundo. Una persona que no comenta, sino que actúa; que no duda, sino que ejerce su fuerza.
De cualquier manera no entró en el detalle para rescatar el habla de alguien que sería en la realidad como el protagonista...
No, en mis dos primeros libros sí tuve una voluntad de recuperación dialectal de cómo se habla en El Salvador, pero en este casi no. Fue más el trabajo de la psicología del personaje y expresada en un lenguaje más universal, porque si me hubiera metido de verdad en un baile dialectal probablemente no se hubiera entendido nada.
¿Cómo fue contar la historia del que está del otro lado, ideológica y prácticamente hablando?
Es una aventura. Hay que despojarse de prejuicios y tratar de ir hilvanando otra lógica, otra visión. Fue una aventura. Es ponerse en el lado en que uno no está y probablemente nunca esté. Hay que separarse lo más posible de sí mismo y a la hora de corregir hay que quitar mucho de esos rastros que uno va dejando de sí mismo cuando escribe en primera persona.
Por supuesto que esto se ha dado a través de la historia de la literatura, en muchas ocasiones. En cada situación histórica ha habido escritores que tratamos de bucear en el bando prohibido desde una lógica de bondad, desde una lógica de bondad histórica a ver cómo se dan las cosas.
¿Y sí se puede lograr poner uno del otro lado? ¿No es como expiarse al expiar a los otros?
Yo creo que sí, por supuesto. Salirse de sí mismo para encontrar en sí mismo cosas.
¿Qué comparte usted mismo con Robocop, el protagonista de la novela?
Nada (risas), nada. A la chica que me gustaba la mató. Es difícil, para mí es difícil decirlo.
Robocop podría ser un héroe de cómic, algunas de sus frases, su forma de comportarse y de actuar en momentos de peligro...
No lo había pensado (la idea no parece gustarle mucho).
Es un libro de aventuras...
(Toma una pausa)... Me dan un poco de temor este tipo de definiciones, y seguramente se puede leer como un libro de aventura. Mi propósito, más que contar las aventuras era evidenciar otro tipo de densidades, del personaje y de ese paisaje histórico del que estábamos hablando, que es más de fondo, pero bueno...
Es que si juntas las aventuras que se pueden contar de una guerra, de bandas armadas, de delincuentes... siento que la aventura es importante en la medida en que se engarza dentro de toda una coherencia interna de la obra, sin abusar de ella. Porque si voy yo a los archivos a sacar aventuras de soldados contra-insurgentes se pueden llenar tomos, pero en ese sentido la aventura está sujeta a la dinámica interna de la obra. Pero sí creo que esta novela se pueda leer como una historia de aventuras, claro que sí.
¿Qué opina de esa época que retrata en la novela?
Es una época que no sido totalmente superada, al contrario. Ha tenido un desarrollo y hay mayores descomposiciones, problemas de los que se narran en la novela. Es una época muy dura, muy desesperanzadora, más allá de las virtudes que se encuentren los sistemas y las definiciones políticas. Pero al final de cuentas todos nos adaptamos y difícilmente se pueden cambiar estas situaciones. Más bien lo que generan son grandes rutas migratorias de población. Sobre todo, vivir en el estado de la zozobra permanente, de la inseguridad y de la impunidad, es algo que no se le desea a nadie.
¿El periodismo no ahoga la actividad literaria? ¿Cómo ha sido su experiencia?
Lo vivo con esquizofrenia. No mezclo los tiempos, los ritmos ni las formas de escritura. Seguramente me nutre, como me nutriría si fuera patrullero. Pero es otro ritmo, por ejemplo, esta novela está escrita con lápiz, en una libreta. Eso no significa que después no la meta al ordenador, y que haga versiones, pero el manuscrito es literalmente eso. Por eso digo que la aventura periodística es otra cosa.
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